Zuleima Ebratt.
Zuleima Ebratt.
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"Cuando entramos a la neblina todo fue turbulencia, pensamos que el avión se iba a caer"

La pasajera Zule Ebratt contó los momentos de tensión que vivieron por los fuertes vientos que azotaron al Atlántico.

Durante 7 minutos en el avión de Avianca, que en la noche del lunes cubría la ruta Rionegro - Barranquilla, lo que se escucharon eran rezos, llantos y gritos, y todo lo que veían los pasajeros eran los rostros de desesperación, y hasta de resignación, de las otras personas.

El vendaval que causó emergencias en todo el Atlántico también azotó con fuerza a la aeronave, el temor se apoderó de los viajeros, pensando que podían estar viviendo los últimos instantes de su vida.

Y de por sí el viaje comenzó con el pie izquierdo. Zuleima Ebratt, quien grabó con su celular todo lo que pasó y lo subió a sus redes sociales cuando al fin terminó el sufrimiento, le contó a Zona Cero que la aeronave debía despegar del Aeropuerto Internacional José María Córdova a las 4:25 p.m. y aterrizar en el Ernesto Cortissoz a las 5:45 p.m.

"Pero el viaje tuvo retrasos y terminó saliendo a las 5:00 p.m., según lo que nos dijeron estaban abasteciendo de combustible", explicó la ingeniera industrial de 28 años.

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"Cuando ya estábamos sobrevolando Barranquilla, el capitán nos dijo que ajustáramos el cinturón y lo de siempre. De repente nos metimos en una neblina y empezó una turbulencia súper fuerte", contó.

Zule, como la conocen sus amistades y como aparece en redes sociales, viajaba sola y a su lado estaban una señora de una edad avanzada y su hija.

"Fue algo impresionante, parecía que el avión se iba a caer y ahí todos empezaron a desesperarse, a gritar, llorar, orar; los niños estaban intranquilos, una cosa es lo que pueda contar, otra es lo que vivimos", narró la barranquillera. 

Ebratt aseguró que fueron 7 minutos viviendo esa turbulencia, donde el pensamiento era que "el avión se iba a pique". Sus vecinas de puesto, una madre y su hija, se pusieron a rezar: "Cálmate, que sea la voluntad de Dios”.

En su estado de nerviosismo, Zule fue de las pocas personas que grabó lo que vivían y por su mente solo pasaba el pensamiento de que "es muy difícil que el avión se caiga, y si se cae, hasta ahí llegué, pero me voy tranquila, porque es la voluntad de Dios". 

La azafata se limitaba a pedir calma y recién fue la voz del capitán la que llevó la calma, porque fue en ese momento en donde empezaron a mermar las turbulencias.

Aunque el piloto intentó un nuevo aterrizaje en el Ernesto Cortissoz, terminó optando por hacerlo en Cartagena, donde llegó a las 6:30 p.m., aproximadamente. 

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Varias personas decidieron bajarse del avión en la capital de Bolívar y llegar por su cuenta a Barranquilla, mientras que también tuvo que hacer presencia un grupo médico para atender a una señora que se había desmayado.

Parte del personal del avión fue cambiado, el avión fue abastecido de combustible, esperaron que el reporte climatológico diera el 'ok' y a las 8:40 p.m. despegaron del Aeropuerto Internacional Rafael Núñez hacia Barranquilla, aterrizando a las 9 p.m.

A Zule la esperaban su mamá y hermano en su casa en el barrio El Bosque. Hasta que no estuvo bajo su techo, no se sintió tranquila.

"Gracias a Dios fue solo un susto, pero fue horrible", concluyó.